viernes, 25 de octubre de 2013

Historia viva de la autogestión


  • ‭ 
  • "‬El Estado:‭ ‬de fundador se convierte en obrero‭; ‬no es ya el genio de la colectividad que la fecunda‭; ‬la dirige y la enriquece sin atarla‭; ‬es una vasta compañía anónima de seiscientos mil soldados,‭ ‬organizada para hacerlo todo,‭ ‬la cual,‭ ‬en lugar de servir de ayuda a la nación,‭ ‬a los municipios y a los particulares,‭ ‬los desposee y los estruja.‭ ‬La corrupción,‭ ‬la malversación,‭ ‬la relajación,‭ ‬invaden pronto el sistema‭; ‬el Poder,‭ ‬ocupado en sostenerse,‭ ‬en aumentar sus prerrogativas,‭ ‬en multiplicar sus servicios,‭ ‬en engrosar su presupuesto,‭ ‬pierde de vista su verdadero papel y cae en la autocracia y el inmovilismo‭; ‬el cuerpo social sufre‭; ‬la nación,‭ ‬contra su ley histórica,‭ ‬entra en un periodo de decadencia‭".  Proudhon


"Nuestro comunismo no es el del falansterio, ni el de los teóricos autoritarios alemanes. Es el comunismo anarquista, sin gobierno, el del hombre libre. La síntesis de los dos fines perseguidos por la humanidad a través de la historia: libertad económica y libertad política"  Kropotkin

"Yo tenía un buen trabajo, me pagaban y ahí se acababa mi vínculo. No existía la palabra compañero. A mi me daba vergüenza decir la palabra compañero, no comprendía su significado"

Hoy os traigo una película de esas que puede cambiarte la visión de las cosas, de las que se aprende más que con cualquier tratado o cualquier ensayo político o filosófico. Un largometraje actual, por aquello de no remontarme siempre a la revolución española del 36, en la que a menudo se reconoce el éxito de las colectividades agrarias y la autogestión de talleres y fábricas añadiendo que ésta se vio favorecida por la inestabilidad política y que en el mundo actual es imposible.

Es el poder de la imagen, el poder del ejemplo, el poder de constatar que una de las ideas base del anarco-comunismo clásico desde Proudhon o Kropotkin, la autogestión, no sólo no es imposible, sino absolutamente indispensable para construir una sociedad humana y libre en la que el hombre sea fin y no medio. Generalmente, tanto los socialistas autoritarios como los liberales atacan este principio basándose en el carácter supuestamente utópico los primeros, cuya visión estatalista no concibe el trabajo organizado sin el tutelaje del Estado pese a si atacar la propiedad privada, y desde los segundos, cuya defensa exacerbada de la propiedad privada y su adoración al dios dinero no concibe el fin de la esclavitud del hombre por el hombre. A todos, os recomiendo este largometraje, en el que los obreros de la fábrica Zanón (Fábrica sin patrón) siguen los pasos de aquellos trabajadores de la fábrica de relojes francesa Lip que en 1972, tras amenazar los propietarios con el cierre de la empresa y una serie de huelgas y ocupaciones, pasaron a gestionar la fábrica ellos mismos.

Un documental que lejos del género propagandístico, sumerge al espectador en una serie de reflexiones en las que él debe tomar un papel activo.Un documental que no puede dejarte indiferente.

A los valientes trabajadores de Zanón (Fasinpat-Fábrica sin patrón) que desde la Argentina nos han enseñado el camino. ¡Gracias y adelante! ¡Salud y apoyo mutuo compañeros!




jueves, 24 de octubre de 2013

Postentrada sobre la educación

No me olvido de que hoy hemos vivido la tercera huelga general de la educación contra la Lomce. Ayer ya hice un amago de reflexión sobre la educación y en esta entrada no voy a repetir todos los argumentos, que son muchos, por los que TODA la comunidad educativa ha mostrado la mayor oposición a una reforma educativa que yo recuerdo en este país. Ni siquiera os voy a hablar de Paulo Freire o Iván Ilich, ni de que otra educación más allá de la tradicional es posible. Ni os voy a hablar de porque la educación pública, la educación estatal, está condenada al fracaso desde su nacimiento. Ya no digamos en un país en el que cada gobierno viene con la suya bajo el brazo. No. Voy a dejaros un vídeo de Javier Jurdao que resume el sentir de muchos que desgraciadamente vemos con escepticismo cada lucha, tras chocarnos contra un muro desde hace muchos años y aprender más fuera que en la universidad.

 Y es que empiezo a pensar que si se la quieren quedar, se la deberíamos regalar. Para ellos sus máster de 9000 euros en márketing para acabar de becarios y muriendo por currar 3 días con sus 3 noches seguidos. No necesitamos ni que nos formen, ni que nos den trabajo, ni que nos acojan en su círculo kitsch. El templo del saber será popular o no será. Y ningún ministro de apellido ridículo ni ningún estado nos dirá jamás que materias tienen prioridad, cuales distraen y qué conviene aprender para montar no sé qué negocio. No colegas, no queremos colocarnos ni forrarnos. La universidad apestaba antes ya y apestará más aún después. Quedárosla. Comprendamos lo peligroso que es dejar al estado tutelar nuestra educación. Tanto o más que dejarla en manos de los de la sotana. Todos tienen sus intereses. Yo no quiero una educación pública, quiero una educación popular. Quiero que la próxima vez que vaya a la Biblioteca Nacional no me tenga que dejar los cuernos para pedirle a una profesora de la Universidad una carta de recomendación para acceder a determinados libros. Quiero que vuelvan las clases a las calles, a las plazas. Elegir qué cuando y dónde aprender. Quiero enseñar y aprender al mismo tiempo. Quiero que les desmontemos el chiringuito. Quiero acabar con el "tanto tienes tanto vales" que curiosamente para toda una generación que no tiene títulos universitarios como la mía se traduce en "tantos títulos tienes tanto vales". 

Por otro lado, si. Quiero que dimita Wert, porque en la vida hay que mojarse y ante una disyuntiva tomar una decisión. Quiero que los chavales que no se pueden costear la matrícula se queden en la universidad y puedan continuar con su vocación sin ser arrojados al mercado laboral, tan inseguro como precario y a veces inexistente con ese 26% de paro. Lo demás, poquito a poquito. Las grandes revoluciones se gestan despacio, con cambios en la manera de concebir la educación. Y así como la Escuela Moderna de Ferrer i Guardia a principios del XX preparó la revolución anarquista de 1936, quizá hoy se esté gestando la revolución del mañana. Y en ese mañana, tengamos que agradecer a Wert cargarse la educación pública. Porque sólo cuando contemplamos el cadáver que durante tanto tiempo habíamos mitificado, le pudimos mirar cara a cara y comprender su fragilidad. Así que me uno a la protesta. Pero oye, si continúan con el camino de convertirla en el reducto de las élites, y dejamos de creernos que era universal y gratuita y accesible para todos y con un cometido social y no sé cuantas chuflas más, pues oye eso que ganamos. Y el día que montemos la universidad popular andaros con ojo, porque la expropiación de aquello que vuestro selecto círculo nos está robando, vuestros equipos y vuestros laboratorios, ya nadie la parará. La expropiación del saber nos hará libres. Y cuando ese día llegue, en la tele se verá "código disfruta" y no "código emprende", eufemismo de "código curra para que yo me forre, so anormal", que es lo que está detrás de la famosa mentalidad emprendedora. ¡Ah si, el vídeo! Y mira que no me quería enrollar...



Autobiografías

El genero literario de la autobiografía siempre me ha fascinado. Siempre hay algo poético y a la vez extraño cuando uno hace ese ejercicio de contar-se y contar-nos. Decía Derrida que la autobiografía en el sentido clásico del término es imposible porque presupone una identidad del sujeto.Y eso es mucho presuponer. Cuando escribimos sobre nosotros mismos lo hacemos pues en su opinión, buscando un fantasma y tratando de restituir-nos.

Puede que la autobiografía, en tanto que búsqueda de una identidad, con una presuposición de un yo y una linealidad, en resumidas cuentas, con su relato perfectamente construido, haya sido por esa razón un género frecuentemente cultivado por mujeres. En tanto que ellas siempre han dado mundo pero no han hecho mundo, pues éste siempre se ha plegado a categorías masculinas y androcéntricas. Quizá cuando Simone de Beavoir escribía sobre ella misma en "El segundo sexo" estaba entregando su propio cuerpo como espacio de manifestación política. Y muchas mujeres, cansadas de que se les diga cómo tienen que sentir y vivir a través de una mirada extraña, vieron en la pluma de Simone  la identificación con una problemática que en su sociedad puede producir burla o indiferencia, cuando no es simplemente tabú.

La autobiografía sin embargo, siempre asociada a jovencitas que escriben diarios en la intimidad de su cuarto ante la necesidad de expresarse en un mundo que no las deja, no se queda ahí. Ahonda en lo más profundo de nuestro ser, permite que lector y autor entren en comunión (comunión viene de koinónia, koin:  lo que hay en común), nos permite dar cuenta de un proyecto de vida, re-encontrarnos a nosotros mismos y permitir que el otro forme parte de nuestro mundo, deje de ser un desconocido, deje de ser la persona que conocemos por los libros de historia o los medios (persona viene de person, la máscara que utilizaban los actores de la tragedia griega) y se convierta en com-pañero que com-parte su vida contigo.

La posibilidad de que cualquiera hoy día pueda abrirse un blog, un twitter, un instagram o qué se yo cuantas redes más, hace que afloren las autobiografías del mañana. Ya no escribimos diarios, pero la autobiografía ha llegado sin embargo a su momento álgido: todos compartimos hasta los detalles más insignificantes y lo privado y lo íntimo se mezclan y se confunden.

Ya no es la necesidad de expresarse o buscar tu identidad, como mujer, como judío, como aquel que quiere señalar una realidad que para los medios afines al poder no existe. No. Ahora parece que de lo que se trata es de exhibirnos en una especie de hiperrealidad en la que el cariño y el ego se mide por megustas facebookianos. No buscamos el yo, buscamos algo más allá. Buscamos el ego. Alimentarlo con la aprobación de los demás. Y al mismo tiempo, formar parte de una comunidad que a fuerza de deslocalizarla ya no encontramos en ningún lugar. Hoy todos somos estrellas y hoy todos nos contamos. Pero en vez de contar lo que un sujeto de comienzos de siglo XX habría soñado, el relato de los sin tierra y sin nombre, el relato detrás de aquellos que a fuerza de manipular la realidad la acaban acomodando a sus intereses, contamos lo más simple y banal de nuestras insignificantes vidas. Y conviene recordar que lo que nos hace humanos, no es lo social. Así que aunque resulta incuestionable el papel social de estas redes, quizá algo de humanidad se nos está perdiendo por el camino después de todo.

Me queda un consuelo: hoy la autobiografía no es el género literario de segunda que fue casi hasta nuestros días. Hoy, gracias a las redes, hasta nuestro vecino más zoquete lo cultiva. Hoy la literatura nos envuelve y la autobiografía ocupa el lugar que se merece. Y yo, brindo por ello.


martes, 22 de octubre de 2013

Ideas y creencias

Me ahogo. Necesito respirar aire puro, aire no viciado. Acudo a Ortega, que en "Ideas y creencias" distingue dos tipos de interpretaciones del mundo. Tanto las ideas como las creencias, dice, son pensamientos, interpretaciones necesarias de un mundo que nos viene dado y que necesitamos para orientarnos y acomodar el mundo a nuestras necesidades. Pero si bien a las ideas llegamos como fruto de la actividad consciente del sujeto y las sentimos como obra nuestra fruto de nuestro pensar, las creencias nos vienen dadas, operan desde el fondo de nuestra mente. Aunque muchas veces también sentimos que las creencias son fruto de nuestra actividad consciente, no son sino ideas que están en el ambiente: nuestra cultura, nuestra educación, nuestro contexto nos impone una determinada cosmovisión. Hay creencias religiosas, pero también filosóficas, científicas... Ortega hace hincapié en el hecho de que el mundo no está ahí, frente a nosotros, sino que es una interpretación dada a aquello que sale a nuestro encuentro, una idea. Al dar un salto y "creernos" que esa idea se corresponde con la realidad, nos instalamos plenamente en la creencia. "Las ideas se tienen, en las creencias se vive".

Vuelvo al mundo. Se ve diferente ahora. Conviene cuestionar todas nuestras creencias, pero me encuentro con un muro teñido de maniqueísmo. Resulta muy difícil apearnos de nuestras creencias, puesto que a menudo las identificamos con principios irrenunciables que forman parte tanto del mundo como de nosotros mismos y renunciar a ellas significa tanto como renunciar al horizonte de sentido del mundo al tiempo que nos perdemos a nosotros mismos. ¿Qué soy sin mis creencias?

Esa aguda crisis que sufrimos cuando el mundo ya no se acomoda a nuestras creencias es la que sacudió a Emma Goldman cuando acude a la URSS dispuesta a unirse a la gloriosa revolución capitaneada por los bolcheviques que tanto había alentado desde su país de adopción, EEUU. Esto escribía a su llegada: "Rusia soviética! ¡Tierra sagrada, pueblo mágico! Has llegado a simbolizar la esperanza del hombre, tú sola destinada a redimir a la humanidad. He venido a servirte, amada matushka. ¡Acógeme en tu seno, déjame entregarme a ti, mezclar mi sangre con la tuya, encontrar un lugar en la heroica lucha y dar hasta el infinito para saciar tus necesidades!"

Y se aferró a sus creencias, como tantos otros, durante algún tiempo más hasta que, por suerte, un mundo muy diferente al imaginado le hizo cuestionarse la barbarie que estaba apoyando y volver al campo de las ideas, esto es, al de la reflexión no dogmática que convierte a Emma finalmente en una de las personas más odiadas por parte de la potencia comunista a la vez que por la potencia capitalista que no le permitió volver a la "tierra de la libertad" nunca más, desde que en 1919 fuera expulsada y calificada como "la mujer más peligrosa de América".

Abro el libro que André Glucksman escribió junto a su hijo a raíz de su apoyo a Sarkozi en las presidenciales de 2007: "Mayo del 68 explicado a Nicolas Sarkozi". Y leo la siguiente anécdota:

Paris, tres de la tarde. El metro está casi vacío. Frente a mi se sienta una joven con un bebé precioso en su cochecito. El niño me sonríe, yo le respondo. Ahí estamos. Inmersos en una conversación sin palabras.. Unas cuantas estaciones más tarde, la mujer se levanta, el niño agita la mano y se despide. Entonces se acerca un hombre  de mediana edad, con aire afable  y compuesto:

-¿Es usted Glucksmann?
-Sí
-Llevo un rato observándole-prosigue sin agresividad- ¿Cómo puede sonreír a un niño y votar a Sarkozi?

Glucksmann justificó su eventual apoyo a Sarkozi porque desde la izquierda se miraba hacía otro lado mientras Rusia estaba aniquilando a los chechenos. El propio Glucksmann sabía de lo que hablaba, se jugó la vida en Chechenia y criticaba con firmeza que las potencias se pensaran tanto una intervención militar cuya urgencia se acrecentaba a medida que se incrementaban las víctimas.

Glucksmann llegó incluso a justificar su apoyo "por ser un hombre de izquierdas". Él también se saltó el estrecho campo dogmático que define el campo ideológico al que se supone pertenecen los intelectuales de izquierdas. Expulsado desde 1955 por el partido Comunista por oponerse a la invasión de Budapest y a los crímenes estalinistas, desde entonces al igual que otros se ha ganado la antipatía del rígido academicismo francés, de la izquierda y de la caduca, rancia y xenófoba derecha gala. Vaya por delante que no comparto, como tampoco su hijo, sus peligrosos compañeros de viaje en los últimos años ni su belicismo eurocéntrico. Es sólo un ejemplo de lo que te complica la vida salir de la disciplina del partido, de la universidad, de tu círculo sindical, de lo que supone ha de pensar alguien de izquierdas, en definitiva: lo que te complica la vida pensar por ti mismo, lo difícil que es mandar a la mierda las creencias, lo difícil que es vivir cada día una crisis de sentido, lo difícil que es que
se desmorone el mundo a tus pies cuando creías que lo comprendías todo. Quizás, si se educase no desde el adoctrinamiento sino desde el fomento de la independencia de pensamiento, desde las ideas y no desde las creencias, el diálogo multicultural y la construcción de una sociedad diferente se abrirían paso entre tanto odio y enfrentamiento de mundos herméticamente cerrados en torno a sus creencias.